Transcurre la película. Vemos una calle en Ciudad de México, escuchamos voces de niñas y niños, vemos niños que corren. La imagen no es estable. Dylan, un pequeño del barrio que se considera aporta el mayor número de internos a las cárceles de Ciudad de México, Desarrollo Urbano Quetzalcóatl –en la alcaldía de Iztapalapa–, tiene la videocámara en sus manos.
Se trata de la primera imagen del documental‘Somos juego’, un testimonio videográfico sobre cuando jugar en las calles del lugar que habitas se te comienza a olvidar y hacerlo en casa o con un dispositivo móvil es lo habitual, ya sea por la inseguridad o porque la vía pública parece diseñada solo para los automóviles.
«Antes en la cena de Navidad, platicabas de tu vida, ahora se quedan platicando en Facebook», dice un niño que interviene en el cortometraje de 30 minutos y que retrata cómo ante la falta de espacios lúdicos adecuados, un puñado de niños de tres de las regiones más marginales diseñan y construyen sus propios juegos para, así, tomar las calles de nuevo, hacerlas suyas.
«Fue un reto hacer el documental pensando como un niño», señala Andrés Garibay, director del cortometraje que aborda la problemática de los espacios de juego en Ciudad de México y que es una especie de bitácora del proyecto ‘Juego mi Ciudad‘, emprendido por los arquitectos Evelin Santander y Jerónimo Monroy.
«Me di cuenta que la videocámara resultó ser un niño más, ese fue el propósito de filmarlo así, que se sintiera desde la visión de los niños y las niñas, que fuera otro niño jugando sus juegos», abunda Andrés.
SOMOS JUEGO TRÁILER from Exploradores de la Ciudad on Vimeo.
‘Juego mi Ciudad’ busca reconsiderar el juego y los espacios lúdicos en la agenda pública, a través de procesos en los que los niños se convierten en pequeños tomadores de decisiones: necesito este espacio para esto.
San Pedro Atocpan, en la alcaldía de Milpa Alta; el barrio de La Merced, en la alcaldía de Cuauhtémoc; y el Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, en la alcaldía de Iztapalapa fueron las zonas a elegir para ser jugadas, para reivindicar los espacios lúdicos como lugares necesarios para la ciudad y sus habitantes, a través del diseño participativo en el que se incorporó la opinión de los niños y las niñas, reconociéndoles su ciudadanía.
De esta forma, los niños y niñas trabajaron durante cuatro sábados, en cada una de las zonas, para decidir qué juegos querían, diseñarlos, construirlos y, finalmente, jugarlos.
«Quisimos visibilizar a los niños, ver en qué condiciones viven la ciudad, que ellos hicieron un espacio suyo, por un tiempo, y visibilizarse ahí. Decir yo también existo en el espacio público, pues normalmente no los contemplamos. Al mismo tiempo es una crítica a cómo se diseñan los espacios públicos para ellos», comenta Evelin.
En cifras
Juegos para siempre
Tras la proyección del documental, que se estrenó el pasado 5 de octubre y que ahora busca abrirse espacios en festivales cinematógraficos, Daniel, un niño asistente a la función, levanta la mano desde su butaca. Lanza su pregunta: «¿esos juegos estarán para siempre?».
Entonces llega la respuesta de Jerónimo con cara de ilusión, pero también de pena: «No, se trató de instalaciones temporales». La sala de proyecciones parece lamentarlo de forma generalizada.
Con madera, pintura, cuerdas y papel, niños y niñas de las zonas elegidas crearon estructuras para deslizarse, atalayas, rayuelas, juegos con neumáticos o con sacos y paredes para escalar.
«Me gustó muchísimo la experiencia, me gustaron los juegos que hicimos, lijamos madera, pintamos y nos subimos a los juegos», narra Ameyali, una niña de 8 años del barrio de La Merced.
Recordaron, así, como es jugar por horas en las calles sin que los autos interrumpan su juego. «El último que llegue es un huevo podrido», grita un chiquillo antes de empezar a correr y que una hilera de niños vaya tras él. La imagen registra un mensaje «Adiós a los carros».
En Iztapalapa, Milpa Alta o La Merced los niños comparten el mismo mensaje, son claros: no les gustan los autos, quieren calles libres, quieren árboles, lugares en los que brincar, sitios en los que esconderse.
«Aprendimos a tomarlos en cuenta (a los niños y niñas) como ciudadanos», dice el padre de una de las participantes en el proyecto ‘Juego mi Ciudad’ y lanza una pregunta a Evelin, Jerónimo y Andrés: «Tras este trabajo, ¿qué les recomiendan a los padres?».
«Que se organicen, porque padres organizados pueden hacer muchas cosas, que se informen sobre cómo pueden usar los espacios públicos y que escuchen a sus hijos», dispara Evelin.
Mientras corre su vida en festival cinematográficos, el documental ‘Somos juego’ por ahora solo se proyectará en Ciudad de México, en esta página se publicarán las fechas y lugares para ello.
Una niña de alrededor de 8 años, quien se encuentra entra la audiencia en el estreno del documental, levanta la mano. Es un asunto de niñas. «Ameyali, ¿por qué crees que es importante jugar?».
«Porque es un derecho», zanja la pequeña habitante del barrio de La Merced.
Paola Morales.